El niño del balero

El Juego de las Máscaras – Parte II

Una traición perdonada, un amigo demasiado especial, un niño amoroso, una burla del destino. Con estos elementos, El niño del balero, segunda parte de El juego de las Máscaras, nos envuelve, no solo en su historia, sino en el modo en que esta está narrada. El modo en que la vida de sus cuatro protagonistas está entretejida, atrapa de forma tal que ―a pesar de ser ficción― hace vivirla como si fuéramos vecinos del barrio, testigos y hasta partícipes de lo que les sucede… y junto con ellos, nos vamos enterando de todo y hasta asombrándonos, igual que ellos, de los pormenores que hay detrás de sus vidas.

Una vida de Sofía que, en su ir y venir de su Buenos Aires natal a la Resistencia que esconde un oscuro pasado familiar, intenta rehacer su vida tras la muerte de su padre. Una vida que, huyendo de viejas malas decisiones, encuentra un amor prohibido, que guarda en secreto en su corazón.

Una vida dominada por emociones encontradas en Daniela, atravesada por el desencuentro, la muerte y el amor. Una vida en la que, a pesar de la depresión, queda espacio para tender una mano a Sofía, para ayudarla con su propio dolor. Una vida que roza el terror en una casa que, además de esconder el pasado de Sofía, teje los hilos de su propia tragedia.

Una vida que despliega esperanza ante Ignacio, en una segunda oportunidad con Berenice. Una vida que devuelve una abuela y un pasado, un amor y la alegría, una vida que promete mucho, pero se empina al momento de encaminarse hacia sus metas.

Una vida que se burla de Alejandro, abriéndole las puertas del éxito profesional, pero cerrándoselas en lo sentimental. Un amor de una noche que queda marcado en él para siempre, reaparece en uno de los viajes de Sofía, sumiéndolo en la angustia de un futuro vacío e imposible. Una vida que está a punto de marcar un antes y un después, a partir de una muerte…

Vidas que están relatadas de manera individual y a la vez como parte de un todo de la historia. Cada protagonista tiene su espacio propio, su tiempo de relato, su presencia en el relato que da la sensación de que, por instantes, todo gira en torno a uno, pero, sin embargo, en una estrategia lingüística-literaria como pocas veces vista por quienes somos asiduos lectores de ficción, aparecen fusionadas, entretejidas, como si realmente el “caprichoso destino” se empeñara en hacer lo suyo y la autora nos las presenta como en un recorte de la realidad tan estéticamente bien logrado, que puede verse ―a medida que avanza la historia― cómo están relacionadas esas vidas y cómo, esos “hilos” que las entretejen, están seleccionados, pensados, cuidados, para que podamos, por un lado, ver cada uno de esos  hilos y a la vez, la trama completa de ese tejido.

Cantidad de palabras: 62.898

Tiempo de lectura: 8 horas

Dejá un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll to Top